jueves, 12 de noviembre de 2015

La imagen de algo o alguien en una superficie

─ Alguna vez, en algún lugar, alguien me dijo que nuestras lágrimas están contadas. Que tenemos un número perfectamete calculadas de ellas; de ser ese el caso, podría decirte con seguridad que me las he acabado. Ya no preguntes más si ya sabes que es por amor.
─ ¿Amor?─ contestó con un tono casi condescendiente ─ ¿De verdad crees que eso fue amor?
─No lo creo. Lo sé. ─continué─ Esas cosas se saben y ya. El amor no se piensa ni se elige. Llega y se va con la misma facilidad, no quieras discutir.
─De haber sido amor no estarías aquí teniendo esta conversación conmigo y eso sí que lo sabes.
Aquella risita burlona me pareció demasiado familiar. Me acomodé en la silla cruzando los brazos y me limité a mirarla fijamente. Ella me imitó, me miró y se dejó caer en el respaldo de la silla. Esos ojos me retaban. Me hizo enojar por lo que le dije:
─ ¿Sabes? Tal vez ese sea tu problema: eres demasiado cínica. Por eso no sabes lo que es querer de verdad. El amor te quema y te duele. Por eso lloras.
─ ¿Y qué, también te dijeron que las lágrimas limpian y se llevan todo al olvido?
─Sí. Pero del olvido nadie regresa, por eso no le lloras a alguien.
─Déjame entender, lloras por el amor pero… ¿no lloras por tu amor?  
─Exactamente─ contesté con seguridad─ lloras por lo que es, lo que fue o lo que no será. Nunca le concedes ni dedicas tus lágrimas a alguien, se perdería entre los recuerdos. Y si se pierde, entonces no es amor.
Sonreí sintiéndome triunfante. ¿Qué podría decirme ella sobre lo que es o no el amor? Se ríe porque no sabe de lo que habla, no lo conoció. No lo escuchó ni lo sintió.
─ ¿Entonces, si dices que fue amor, qué haces aquí diciéndome que te has acabado las lágrimas?
─Lloré hasta acabarme mis lágrimas porque… ─ mi garganta se anudó cortándome la voz─ porque…  aunque no estás tú para saberlo ni yo para decírtelo y sólo porque estás haciéndome enojar, te lo voy a decir. A ver si así ya te vas y me dejas en paz. ─Me acabé mis lágrimas porque quise llorarle a eso que no ha lamentado. Le lloré a un pasado que no era mío. Quería salvarlo de ahogarse en su propio mar de lágrimas no usado.
─Tan típico, el acto heroico que es más bien estúpido.
─ ¡Carajo! ¡Ya déjame en paz! ¡Vete!
─ No lo haré hasta que entiendas que si te acabaste tus lágrimas fue por estúpida.
─ ¡No, no y no!
─ Deja de engañarte. Te acabaste las lágrimas queriendo olvidar. Querías olvidar a alguien tan egoísta que el único amor que es capaz de sentir es el propio. Acuérdate, el amor no se cambia como la ropa interior. El sexo tal vez sí, pero ¿el amor...? No. Deja de engañarte. Tal vez es cierto que va y viene tan rápido que no logras percibirlo hasta que éste ya ha pasado pero no lo puedes reemplazar tan fácil.
Mi cabeza estaba a punto de explotar de rabia. Quería gritarle lo mucho que la odiaba, la razón la tenía yo. Tal vez no fue correspondido, en eso estaba en lo cierto pero eso qué tenía que ver. Ella no sabía nada. No… De repente, la puerta se abrió e iluminó con fuerza la blancura total del cuarto. Sentí un tirón en los hombros que me devolvió a la silla.
─ ¡Querida, querida! Aléjate de ahí antes de que te hagas daño, tienes una visita muy especial y no creo que quieras que vea que tendremos que sacar la luna del cuarto.

FIN


lunes, 20 de julio de 2015

Efectos secundarios:

Escribirte sería tan genérico que me daría asco.

Esforzarme por hacer que se vea lindo lo que quiero decirte me haría vomitar mi indignación sobre el papel.
Vomitar, de manera literal.

Se sentiría como una completa mentira pues no podría no hablarte de esos lunares iguales ni dejar de confesar que no dejé contaras los míos pues conocerías así demasiado.

Me llenaría de rabia escribirte y dejarte saber.
Serías otra carta más.
Un sustantivo perdido.

Escribirte sería igual de grotesco que renunciar a la idea de que eres magia.
Sería como admitir mi derrota ante la razón.
Sería escupirle en la cara a un te quiero.

Escribirte me produciría náuseas, igualitas a esas que siento cuando no sé nada de ti o leo el 93 y me lleno de perras negras por sacar un total.

Total, escribirte nos haría los hipócritas más grandes.

"Qué lastima que mis mejores sentimientos me hagan vomitar. La gente se enamora y no vomita, por eso se envenena."



sábado, 11 de julio de 2015

Los ocho centímetros de orgullo

-         “¡Ana! ¡Abre la puerta! ¡Ana!”  
Ana sentía los golpes en la espalda como si ésta fuera la puerta. Así tanto le dolía. Su mirada, perdida, en el otro lado de la pieza. Dos lágrimas recorrían sus mejillas dejando ver esos ojos más azules que nunca.
-          “¡Ana! ¡Ábreme por favor! Ana… Ana por favor…”
La voz quedó ahogada por un suspiro y un sollozo dejó escuchar a Gonzalo diciendo su nombre una y otra vez.
-          “Ana… por favor… ¡Ana!”
***
Cierras los ojos. Respiras profundo y aprietas tan fuerte como puedes, quizá así podrás contener las lágrimas que corren sobre tus mejillas como navajas en tu piel. Cierras los ojos y pretendes desaparecer.
Te resbalas hasta el piso como hacen en las películas y te ríes un poco por caer en lo cliché.
El ruido de esos golpes, los gritos y el reparo de que las tazas de té están derramadas al otro lado de la habitación pasan a segundo plano. Estás y nada más
.

***
-          “¡Ana! ¡Por favor!”
Gonzalo ahogaba su llanto y frustración en la manga del brazo derecho, con él, se detenía en la puerta. La mano izquierda, golpeaba.
-          “¡Ana!”
Los vecinos del veintitrés salieron de su departamento como furtivos, dijeron buenas noches de manera casi forzada y Gonzalo con un gruñido les contestó.
-          “¡Ana! Ya desperté a todo el edificio, ábreme por favor…”

***
Te levantas y observas el exterior por la mirilla, todo está distorsionado pero lo ves a él. ¿Qué fue lo que hizo sino llegar a tu vida?  Suspiras.
Secas esas lágrimas. Cortan. Lágrimas que no le pertenecen a él. Suspiras de nuevo. Vuelves a la mirilla y lo ves llorar. Quieres abrir pero ya te hizo llorar. Pones el seguro.
Fue tan rápido todo, estaban bailando y te dijo alguna verdad. No te gustó escucharla, eso pasó...

***
Gonzalo y Ana lloran. Están separados por sólo ocho centímetros de madera y es el orgullo lo que los mantiene más lejos. Se habían contado dolores y secretos antes ya pero, bailando y tomando, hablaron de más y todo explotó. Ana algo dijo. Gonzalo, como siempre, impulsivo; reaccionó y la lastimó. Ana, asustada y molesta, corrió para defenderse. Gonzalo sintió perderla y corrió detrás de ella.

***
-          “¡Ana! Ya no quiero gritar. Las cosas no tienen que ser así, podemos hablar. Sabes que podemos hablar. Quiero hablarte y contarte.” El silencio entre cada golpe a la puerta dejó escuchar el seguro de la misma, se cerraba y de repente; se abrió de nuevo.
***
Ya no lloras. Ya no duele; quieres escucharlo y entender. Respiras profundo y quitas el seguro.
Tal vez no es tan buena idea dejarlo entrar. Quieres que entre, quieres callarlo con un beso y decirle que entiendes. 
Suspiras. Ya lo quieres. Quitas el seguro de la puerta y la abres.

***
Gonzalo enmudeció y Ana; sonrió. Lo tomó del brazo empapado de lágrimas, lo acercó hacia ella y la abrazó.





I’ve loved another day.

Once, I fell for a poet. The second time around,  he taught me to write things down, no matter how they sound.   I learned to say things lik...