miércoles, 28 de mayo de 2014

Una declaración de amor:

Una declaración de amor no es más que una manifestación definitiva de lo que se siente.
Es un beso robado. Es la confesión más difícil. Es una carta que quemarás y el viento se llevará. Es una llamada en la madrugada. 
Una declaración de amor es el acto de valentía más sincero que hay, uno no lleva escudo ni espada para escuchar la respuesta. Es una rosa, una margarita o un clavel. Es una orquídea para lo más románticos.
Una declaración de amor es un riesgo. Es el gran gesto del que las películas hablan; una serenata mientras detienes una radio sobre tu cabeza. Es un mensaje impulsivo o un abrazo.
Una declaración de amor es una invitación. Es un libro o una canción. Un regalo o cualquier recomendación.
Es esa visita clandestina a la mitad de la noche. Es eso que piensas sobrio pero dices intoxicado con alcohol.
Una declaración de amor es un poema. Son unas cuantas palabras. Es un anillo. Incluso, podría ser ese papel. Una declaración de amor es decir lo que por mucho tiempo has callado. Es invitarte a tomar el té.


sábado, 10 de mayo de 2014

Leer a Cortázar, amar y morir.

“Ella me preguntaba qué sentía cuándo leía a Cortázar. Nunca le contesté. Tal vez sentí lo mismo el día en que la maté.”
***
El día que me enteré que Julián Marín, un asesino, había dicho semejante cosa y comparado el placer que le causaba matar con el de leer a Cortázar, supe que tenía que conocerlo. Sabía que tenía que escribir una historia sobre él. ¡Tenía que entender semejante comparación! Además, la revista donde trabajaba querría tener aquella entrevista, era casi el aniversario de la publicación de Rayuela y semejante afirmación nos daría un tremendo artículo que incluir en el número del mes.

                                                                              ***    
Prendí la videograbadora pero la cinta se atoró. Tuve que sacarla y ponerla de nuevo. Estaba nervioso, las manos me sudaban y la voz me temblaba.
Los ojos de aquel asesino parecían un océano infinito. Profundo y oscuro. Me miraban con un aire 
de curiosidad pero sin interés real.
Tosí una vez a modo de limpiar mi garganta para comenzar a hablar.
-“Tengo entendido que fue capturado apenas hace unos meses, y debo decir que su declaración sobre Cortázar me puso los pelos de punta, Julio Cortázar es mi ídolo.”
<< Silencio >>
Mis manos se resbalaron para apenas abrir la carpeta que contenía su caso, la cerré de golpe y el hombre sentado frente a mi soltó una carcajada.
-“¿Demasiado gráfico?”
-“No estoy acostumbrado a ver mujeres desmembradas, eso es todo.”
-“Sólo le faltan unos cuantos dedos a esa que vio, la siguiente carece de pies y si bien recuerdo, la tercera no tiene las piernas en el lugar que debe.”
La serenidad con la que me describía a cada una de las mujeres me asustaba mucho más que las fotografías ocultas bajo las tapas de la carpeta.
-“Si me disculpa, no vengo a conocer la anatomía de las mujeres que asesinó, sólo quiero saber porque hizo esa referencia a Cortázar. Saber porque la sensación que le causaba matar a las mujeres le parecía similar a leer al autor.”
Con desdén y de mala gana me contestó:
-“No eres más que eres un pobre letrado interesado en la historia de un asesino culto.”
Soltó una carcajada que me petrificó.
Después de un largo suspiro y una gran dosis de valor pude contestar.
-“Julio Cortázar causa un millón de sensaciones en mí, quiero conocer porque a usted, un asesino le causa el mismo placer leer que matar, no le veo ninguna semejanza.”
-“Eso es porque no has matado a nadie.”
-“Y no planeo hacerlo pronto. Quiero una historia en donde pueda hablar de mi autor favorito, quiero su historia, escribirla y dejarlo en paz, que viva bien, si es que se puede, en un lugar como éste.”
La carcajada que soltó esta vez fue mucho más ruidosa que la primera. ¿Qué pasaba con ese hombre? No tenía nada de gracioso querer algo para escribir, cada historia te cautiva de una manera diferente y única, quería escuchar la suya. Quería mi artículo y el crédito que me daría la revista por él.
-“Tú no quieres escuchar mi historia, quieres algo para escribir, no quieres que te diga la verdad sobre Cortázar y sus historias.”
-“Quiero saber porque dijo que leer a Cortázar es igual que matar.”
Con un gesto arrogante pidió que le diera el paquete de cigarrillos que había pedido a cambio de conceder la entrevista.
-“Cortázar, enamorarse y matar son la misma cosa. No hay gran secreto detrás de lo que hice.”
Me quedé por un momento en silencio, no supe que contestarle. Ni siquiera estaba seguro de lo que me quería decir y tal vez era solamente una provocación. Me lo habían advertido, un recluso y asesino no me diría lo que quería escuchar. De momento dijo:
-“María era el nombre de la primera mujer que maté, era mi mujer. Bueno, algo parecido. No estábamos casados y decir mi mujer me hace sonar viejo.”
Hizo una pausa momentánea, parecía estar recordando algo que le causaba mucho dolor. Un recuerdo amargo.
-“No te voy a contar la historia ni mi historia, la verdad es que si quieres saber porque Cortázar, el amor y la muerte se parecen tienes que aprenderlo tú. Puedo decírtelo como un secreto: Relato con un fondo de agua, una navaja y tu soledad seguro te lo dirán.”
Llegó el guardia y nos informó que nuestro tiempo se había agotado, se llevó con un brusco movimiento al hombre que me había dejado perplejo. Claramente sabía que hablaba sobre un cuento de Cortázar, la navaja era una mala broma seguramente y sobre la soledad no logré entenderlo. Recogí mis cosas y me fui.
Regresé a mi apartamento ya con el cielo ennegrecido, dos tés y un libro en mano. Una compilación de cuentos. Exacto, Julio Cortázar.

Abrí la puerta y vi la figura que me hacía suspirar cada vez que la veía. Vestía solamente unas bragas blancas y un pequeño top que me dejaba ver a través de él unos senos tan pequeños que eran apenas distinguibles. Había estado pintando, tenía restos de óleo en el fleco que cubría aquellos ojos cafés que se clavaban en mi mirada y me desarmaban.
Dejé todo lo que traía en mano para ir corriendo a besar a esa criatura magnífica. La tomé por la cintura y dejé caer en sus labios un beso.
Caímos juntos en la cama, la yema de su dedo recorriendo mi pecho me hizo estremecer, su tacto no era cálido como siempre. Fue frío.
Ni siquiera acabó.

Tendidos en la cama mientras se aferraba a mi cuerpo con fuerza, abrí el libro de cuentos y le leí Relato con un fondo de agua en voz alta, cerré el libro y mi mirada quedó suspendida en el aire, me quedé pensando y tratando de encontrarle algún sentido al cuento. Pensaba en lo que Julián Marín había querido decirme.
***
Me gustó pensar que había sido el leerle el cuento lo que la ahuyentó.
Desperté seguro de lo que el cuento quería decir. Había sido un sueño lo que le había asegurado matar. El cuento le dijo que tenía que matar. El amor que le tenía a María no era suficiente, hubiera sido él el cadáver flotando.
Un extraño silencio dominaba el apartamento, una desesperación invadió mi cuerpo. Ya sabía qué estaba pasando. Corrí a la cocina y el té estaba derramado. La nota empapada contenía unas cuantas palabras de culpa, de desdén y un adiós definitivo.
Ana me había dejado.
***
“Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.” -Rayuela, Julio Cortázar.

Estaqueado a la mitad de mi departamento me quedé por seis meses. Julián Marín estaba a punto de ser ejecutado y yo no había escrito ni una reseña sobre la entrevista que le hice. La revista me había echado. Estaba devastado.
Era una de esas noches donde la Luna es tan grande que sientes poder tocarla, una botella de whisky y algunos discos viejos fueron mis fieles amigos para conocer y encontrar la soledad. Sí, esa soledad. Esa que cala los huesos y duele hasta el último rincón del alma.
Me di cuenta que ya conocía los secretos de Julián Marín y los de Cortázar, le di un trago a la botella de whisky, agarre la navaja para afeitar y la pasé por mis muñecas dejando expuesto el hueso y las vísceras del brazo. La sangre empezó a correr y sentí como mi cuerpo se desvanecía.
Con un último esfuerzo, papel y pluma alcancé a escribir:
Morí en manos de mi propia soledad. Acabé con una vida, la mía. Se demostró que Cortázar, amarla y matarme son lo mismo. Cortázar se mete en tu piel y se vuelve tu vida, la muerte te desprende de ella y amar te aferra a la de alguien más. Cortázar te consuela del dolor de amar y de matar, te entiende pues ha soñado con matar y tú lo has hecho. Las palabras que te da son solo una forma de entender la muerte y el amor. Matar y amarte. Matarte hubiera sido más fácil pero te amo tanto que prefiero morir. Ana, en mis sueños te maté. Ana, en mis sueños te ahogaba. Ana, en mis sueños te extrañaba.

***
FIN.


I’ve loved another day.

Once, I fell for a poet. The second time around,  he taught me to write things down, no matter how they sound.   I learned to say things lik...